Trevos açorianos

 

Já tenho saudades dos Açores. Poucas horas me separam da sua presença física, mas uma coisa é certa: aquele lugar já faz parte de mim. Para sempre.

Já sinto falta do verde infinito. Dos corredores de hortênsias, de múltiplos tons de lilases e azuis, que se prolongam até ao mar. Das vaquinhas que se alimentam, calmamente, naqueles pastos inclinados. Das galinhas que crescem soltas e nos ensinam sobre a liberdade.

Já ressaco o ananás, o milho doce e os peixes frescos. O sotaque da insularidade que se torna tão curioso de perceber e a panóplia de outros idiomas que se escutam em qualquer parte da ilha (São Miguel), revelando que aquela terra é visitada por pessoas de todo o mundo.

Já acuso a nostalgia dos mergulhos no mar, a meio do Atlântico, e da areia negra que se cola aos pés. A vista para as lagoas, de cores incríveis, os ilhéus e as diferentes formações rochosas que emergem de forma atrevida. O calor das termas e os pingos da chuva, refrescante, no meu corpo.

Já não me esqueço do encantamento que sucede a cada passo nos Açores. Um quadro pintado com mãos de Deuses, pertencente a uma outra dimensão. E como prova da sincronicidade que vivi: o aparecimento dos trevos de 4 folhas, como obra divina (Nada é por acaso!). Não foi um, mas dois exemplares encontrados, magicamente, em menos de 5 dias. Como me disse uma querida amiga:

- “Eles (os trevos) perseguem-na e Ela (a mãe) também!”

Não tenho dúvidas.

Gratidão, Açores! Gratidão, vida!

Até breve…

Texto en Español

Tréboles en los Azores

Ya extraño los Azores. Pocas horas me separan de su presencia física, pero una cosa es cierta: aquel lugar ya forma parte de mí. Para siempre.

Ya extraño el verde infinito. Los pasillos de flores hortenses, de múltiples tonos de lilas y azules, que se prolongan hasta el mar. Las vaquitas que se alimentan, tranquilamente, en los pastos inclinados. Las gallinas que crecen sueltas y nos enseñan sobre la libertad.

Ya siento falta de la piña, los choclos y los pescados frescos. El acento de la insularidad que se hace tan curioso de percibir y la panoplia de otros idiomas que se escuchan en cualquier parte de la isla (São Miguel), revelando que aquella tierra es visitada por personas de todo el mundo.

Ya acuso la nostalgia de las inmersiones en el mar, en medio del Atlántico, y de la arena negra que se pega a los pies. La vista de las lagunas de colores increibles, los islotes y las diferentes formaciones rocosas que emergen de forma atrevida. El calor de las termas y las gotas de lluvia refrescante en mi cuerpo.

Ya no me olvido del encantamiento que sucede a cada paso en Azores. Un cuadro pintado con manos de Dioses, perteneciente a otra dimensión. Y como prueba de la sincronicidad que viví: la aparición de los tréboles de 4 hojas, como total obra divina (¡Nada es por casualidad!). No fue uno, sino dos ejemplares encontrados, mágicamente, en menos de 5 días. Como me dijo una querida amiga:

- "Ellos (los tréboles) te persiguen y Ella (mamá) también!"

No tengo ninguna duda.

 

¡Gratitud, Azores! ¡Gratitud, vida!

Nos vemos …