Render-me
Tínhamos uma brincadeira só nossa, eu e a minha irmã. Embora fosse algo simples, havia sido descrito um procedimento por etapas que deveríamos cumprir – ideias mirabolantes da irmã mais velha (eu) - agora consigo ver a minha mente controladora em ação! Era uma espécie de ritual de tortura que fazíamos uma à outra – se há manifestações sado masoquistas de relevo na infância, elas estarão, com toda a certeza, nas interações entre irmãos. O mais engraçado é que aderíamos àqueles protocolos, sem hesitar, como se a nossa vida dependesse disso.
Rendirme
Mi hermana y yo teníamos un juego propio. Aunque era algo simple, se había descrito un procedimiento paso a paso que teníamos que seguir: ideas locas de la hermana mayor (yo), ¡ahora puedo ver mi mente controladora en acción! Era una especie de ritual de tortura que nos hacíamos una a la otra: si hay manifestaciones sadomasoquistas significativas en la infancia, seguramente estarán en las interacciones entre hermanos. Lo más divertido es que adheríamos a esos protocolos, sin dudarlo, como si nuestra vida dependiera de ello.
No se hagan ideas perversas, ni se sientan defraudados cuando nombre el juego: COSQUILLAS. Nada nuevo, ¿eh? A todos les han hecho cosquillas. En nuestro juego, las instrucciones dictaban que cada una de nosotras le hacía cosquillas a la otra en 3 momentos distintos que correspondían a 3 partes específicas del cuerpo. La “víctima” podía elegir los lugares, en orden secuencial de ocurrencia, al estilo de pedirle a un condenado a muerte que elija los ingredientes para su última comida.
Recordé esta imagen de la infancia como si fuera un destello de conciencia. Una vez instaladas, en las posiciones adecuadas, el procedimiento comenzaba en silencio. Normalmente, la víctima estaba acostada sobre su espalda en modo completamente rendido. Se rendía la que sufriría por unos minutos -los cosquillosos saben de lo que hablo- pero sería mejor aceptar y no resistir. Lo peor de las cosquillas es cuando nos resistimos, queremos que acabe esa sensación y empujamos con todo nuestro ser... El resultado es que sentimos aún más cosquillas, ¿no?
En ese inocente juego, Daniela y yo terminamos ejerciendo la mayor sabiduría de la vida - después de todo, las mocosas eran unas gurús del desarrollo personal. Instintivamente, como solo los niños saben hacer, descubrimos que la resistencia genera miedo, inflama la ansiedad y el agotamiento. La resistencia, todo el tiempo, es contraproducente. Hay momentos, si dejamos que la intuición hable, sabremos cuándo, que la mejor respuesta es rendirse. Aceptar que estamos en esa condición (buena o mala, no importa el juicio) y podemos rendirnos. Como dicen en buen español: "¡Qué se joda!"
Creo que nunca me he rendido tanto como en esos momentos de tortura proporcionados por mi hermana. Mi talón de Aquiles eran mis pies, incluso hoy, ¡se me pone la piel de gallina solo de pensarlo! Como sabía que no tenía ninguna posibilidad de escapar (la tortura es la tortura y nos tomábamos en serio los compromisos infantiles), la única reacción era simplemente dejarme llevar y rendirme al momento presente: escalofriante, hilarante, desgarrador. ¡Me dolía el estómago de las carcajadas o me llegaba a hacer pis en los pantalones de tanto reírme!
Allí, la guerrera bajaba los brazos, soltaba las armas - acepta y disfruta el momento. Me hizo pensar que cuando me rindo, la felicidad me llega, sin que me dé cuenta.
“Ríndete, como yo me he rendido. Sumérgete en lo que no sabes como yo. No te preocupes por entender, vivir supera cualquier entendimiento.”
(Clarice Lispector)
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