Procrastinar

 

Na última sessão de Mindfulness, no âmbito de um exercício de estimulação cognitiva através da descoberta de novos significados, emergiu a palavra procrastinação. Começámos por explicitar o seu sentido, refletindo acerca do que o ato de procrastinar nos faz sentir.

Voltando a casa, ainda embebida no espírito da sessão, ocorreu-me a memória das minhas primeiras experiências de procrastinação: o eterno adiar das tarefas domésticas que a minha mãe me atribuía nos dias de férias ou nas tardes livres da escola.

Recordei-me da minha falta de vontade de fazer as camas e de lavar a loiça – nunca fui, nem serei, a melhor dona de casa. Que seca! A minha estratégia era cumprir as tarefas em modo speed, nos últimos minutos antes da hora limite: o regresso da minha mãe a casa, depois do trabalho. O que me dá vontade de rir não é o facto de adiar atividades menos aliciantes – quem nunca?! – mas o facto de a procrastinação me ocupar tanto espaço mental, pois eu não deixava de pensar no que ainda tinha de fazer, não podendo "viver” em pleno as horas de “liberdade”. Eu adorava a ideia de passar o dia sozinha - a ver filmes, a ler, a brincar, a fazer seja lá o que uma criança/adolescente faz ... - ao mesmo tempo que alimentava uma pequena culpa que crescia com a proximidade do final do dia. Uma adrenalina que me estimulava a repetir o padrão...

Na prática, todos nós, sofremos de procrastinação, em maior ou menor grau, é certo. Há quem consiga, com a maturidade, deixar de adiar o inevitável e tornar-se mais eficiente em fazer o que é preciso fazer, a cada momento – a meditação regular contribui para a melhor gestão do tempo, sem dúvida. Quase sempre, quando adiamos algo que consideramos desagradável permanecemos num estado que nos gera ansiedade e culpa, alimentando o círculo vicioso da ruminação. Creio que todos o sabemos, mas também faz parte da nossa natureza, o gosto pelo “empurrar com a barriga”.

No final das contas, como em tudo, o ideal será encontrar um equilíbrio. É saudável procrastinar de vez em quando, desde seja partir de um lugar de desprendimento e tranquilidade. Sem culpas!

Postergar

En la última sesión de Mindfulness con los jubilados, despues de un ejercicio de estimulación cognitiva a través del descubrimiento de nuevos significados, surgió la palabra procrastinación. Comenzamos por explicitar su sentido, reflexionando sobre lo que el acto de postergar nos hace sentir.

Volviendo a casa, todavía absorvida en el espíritu de la sesión, se me ocurrió el recuerdo de mis primeras experiencias de procrastinación: el eterno postergar de las tareas domésticas que mi mamá me asignaba los días de vacaciones o las tardes libres de la escuela.

Me acordé de mi falta de ganas de hacer las camas y lavar los platos - nunca fui, ni seré, la mejor ama de casa. ¡Qué aburrido! Mi estrategia era hacer las tareas muy rapido, en los últimos minutos antes de la hora límite: el regreso de mi mamá a casa, después del trabajo. Lo que me hace reír no es el hecho de posponer actividades menos atractivas - ¿Quién nunca?! - pero el hecho de que la procrastinación me ocupara tanto espacio mental, pues no dejaba de pensar en lo que aún tenía que hacer, lo que no me permitía "vivir" en pleno las horas de "libertad". Me encantaba la idea de poder pasar el día sola - viendo películas, leyendo, jugando, haciendo lo que sea que un niño/adolescente haga con su tiempo libre - mientras alimentaba esa culpa que crecía con la proximidad del final del día.

En la práctica, todos nosotros sufrimos de postergar algo, en mayor o menor grado, es cierto. Hay quienes logran, con la madurez, dejar de postergar lo inevitable y se vuelven más eficientes en hacer lo que es necesario hacer, a cada momento - la meditación regular contribuye a la mejor gestión del tiempo, sin duda. Casi siempre, cuando postergamos algo que consideramos desagradable permanecemos en un estado que nos genera ansiedad y culpa, alimentando el círculo vicioso de la rumia. Creo que todos lo sabemos, pero también es parte de nuestra naturaleza, el gusto por "tirar con la panza".

Al final, como en todo, creo que lo ideal será encontrar un equilibrio. Es saludable postergar de vez en cuando, siempre que sea desde un lugar de desprendimiento y tranquilidad. Sin culpas!